Las elecciones como una coyuntura crítica para el sistema de comunicación política estadounidense
Por Juan S. Larrosa-Fuentes
Artículo publicado en la revista Análisis Plural (pulsa aquí para leer PDF original)
Las campañas electorales estadounidenses y su resultado sorprendieron al mundo. El 9 de noviembre de 2016 Estados Unidos amaneció con un presidente que ganó el Colegio Electoral, pero que perdió el voto popular; un presidente despreciado por las élites políticas liberales, pero alabado por amplios sectores de la clase trabajadora. A partir de esa fecha, distintas instituciones periodísticas y académicas que se dedicaron a analizar este proceso electoral han producido numerosos post mortem para explicar un proceso político complejo y altamente contradictorio. La tarea no es fácil, pues es un fenómeno multicausal y que puede explicarse desde diversas dimensiones. El triunfo de Trump fue el resultado de una tormenta perfecta en la que se combinaron distintos factores como una creciente insatisfacción económica de la población que siente los efectos de la desigualdad capitalista, un desencanto por los procesos y efectos de la globalización financiera, una sociedad culturalmente polarizada y que por tanto defiende valores antagónicos, una transformación sustancial de la infraestructura tecnológica del sistema de comunicación, entre muchos otros factores más.
En este artículo me propongo explorar las elecciones desde una dimensión comunicativa, como un elemento importante para comprender algunas de las características que moldearon las elecciones en Estados Unidos. El rol del periodismo y los medios de comunicación, la libertad de expresión, la producción y circulación de información en plataformas digitales, las estrategias de comunicación política de los candidatos, y los ataques cibernéticos a la infraestructura comunicativa de distintas instituciones, fueron algunos de los temas que dominaron la agenda de discusión. En un solo artículo es imposible abundar en todos los temas relacionados con la comunicación y las elecciones, por lo que me concentré en explorar cómo es que la transformación de la estructura tecnológica del sistema de comunicación política de Estados Unidos jugó un papel fundamental para que se desarrollara un proceso electoral como el ocurrido en 2016.
Análisis de coyuntura: estabilidad y ruptura de un sistema de comunicación política
Para realizar este análisis eché mano de la metodología de análisis de coyuntura, la cual, como concepto teórico y metodológico, ha adoptado múltiples formas. En lo particular, utilicé la tradición marxista de análisis que fue desarrollada por Gramsci, y luego retomada por Stuart Hall (1978) y recientemente por el economista político Victor Pickard (2014). Esta clase de análisis explica que la historia no es un proceso lineal que inevitablemente desemboca en una suerte de evolución ascendente. Por el contrario, la historia se entiende como una serie de rupturas y subsecuentes periodos de estabilidad en el orden social (Jhally, 2012). Durante los momentos de estabilidad, las condiciones sociales van cambiando poco a poco, a veces de forma imperceptible, hasta que de pronto esos cambios provocan una ruptura. Las coyunturas son el resultado de disrupciones en el orden social provocadas por cambios sociopolíticos, culturales, y tecnológicos. En estas coyunturas, el status quo se ve interrumpido y desestabilizado, y en algunos casos abre la puerta para la transformación de las relaciones sociales y su correlato en las relaciones de poder (Pickard, 2014, pp. 3–4). Las coyunturas o momentos constitutivos, no ocurren naturalmente, ni son creadas e impulsadas por la astucia maniquea de una sola persona, sino que, por el contrario, devienen de un complejo “arco de desarrollo histórico”.
En este sentido, las elecciones estadounidenses y el triunfo de Trump pueden entenderse como una coyuntura crítica que desestabilizó el orden de cosas de un sistema de comunicación política sumamente complejo. Una vía para analizar esta desestabilización es estudiando los cambios en la infraestructura tecnológica que ha tenido el sistema de comunicación política de este país. Como una hipótesis de trabajo partí de la idea de que las elecciones de 2016 operaron como una coyuntura que puso fin al sistema de comunicación política estadounidense del siglo XX. Para entender esta aseveración es necesario hacer una breve reconstrucción de cuáles fueron las características de este sistema de comunicación y cuál fue el arco de desarrollo que llevó a su transformación y ruptura. Estos elementos pueden ayudar a comprender la “tormenta perfecta” que llevó a Trump al poder.
¿Qué es la infraestructura tecnológica de un sistema de comunicación política?
Las democracias contemporáneas, así como todos los sistemas políticos, tienen, implícita o explícitamente uno o varios sistemas de comunicación. Estos sistemas permiten que los individuos se comuniquen entre sí, se organicen, y puedan tomar decisiones para la distribución del poder social. Entre muchas otras cosas más, los sistemas de comunicación política requieren de infraestructuras materiales y tecnológicas para poder operar (Este párrafo retoma ideas del siguiente artículo: Larrosa-Fuentes, 2016).
La infraestructura material básica para estos procesos de comunicación es el cuerpo humano, que busca comunicarse con otros cuerpos. El cuerpo puede hacer uso de tecnologías comunicativas como la bicicleta, el automóvil, el ferrocarril, o el avión para transportarse a través del espacio y así encontrarse con otros cuerpos distantes y habilitar procesos comunicativos. Además, el cuerpo puede utilizar tecnologías como el teléfono, la radio, la televisión, Facebook, o Twitter para amplificar y distribuir sus mensajes entre otros cuerpos En sociedades multitudinarias como las actuales, la infraestructura material y tecnológica es necesaria para establecer las conexiones de un sistema de comunicación política como el estadounidense compuesto por más de 320 millones de cuerpos.
Transformación de la infraestructura tecnológica del sistema de comunicación
La infraestructura tecnológica del sistema de comunicación política de Estados Unidos se creó entre las décadas de los veinte y los cuarenta del siglo XX y fue un proceso que estuvo ligado al desarrollo legal de la industria de la radiodifusión y del periodismo moderno (Para una discusión a fondo sobre este tema ver: Dewey, 1927; Lippmann, 1922; McChesney & Pickard, 2011; The Commission on Freedom of the Press, 1947).
En general, existe un consenso en señalar que la la infraestructura comunicativa más importante durante el siglo XX fueron los medios masivos de comunicación, especialmente la prensa y la televisión abierta. A este sistema comunicativo, agregaría la red de teléfonos caseros (landlines). Esta infraestructura de comunicación política operó de forma estable durante la mayor parte del siglo XX y por tanto generó un sistema comunicativo capaz de producir y distribuir información más o menos confiable para la vida política norteamericana. Sin embargo, la estabilidad del sistema comenzó a modificarse durante los años setenta cuando la prensa entró en una lenta pero inexorable pérdida de lectores y de anunciantes. El cambio continuó con la expansión de la televisión por cable durante los años ochenta, la emergencia de Internet en los años noventa, y la aparición del la Web 2.0 y la masificación de la telefonía móvil en la primera década del siglo XXI. Estos cambios constituyeron el arco de desarrollo que poco a poco fue transformando la infraestructura que los norteamericanos utilizan para llevar a cabo sus procesos de comunicación política.
A grandes rasgos, la incorporación de nuevas tecnologías a la infraestructura para la comunicación política generó tres transformaciones importantes. La primera fue la transformación de la infraestructura tecnológica para la producción, distribución y consumo de información periodística. Durante el siglo XX el sistema de comunicación producía información política a través de distintos agentes e instituciones públicas. Esta información la retomaban medios de comunicación y periodistas, quienes creaban un trabajo de mediación hacia los ciudadanos. Entre 1940 y 1990, los estadounidenses podían encontrar información política en las tres cadenas que dominaron el mercado televisivo (ABC, CBS y NBC) y que ofrecían información nacional e internacional. A esta infraestructura se sumaban periódicos que generaban información local. Este sistema tuvo una gran estabilidad durante casi cincuenta años hasta que comenzó a modificarse a partir de los años noventa. Las televisoras nacionales se vieron desplazadas por la proliferación de la televisión por cable (Prior, 2007) y la crisis de la prensa llevó a la desaparición de muchos de periódicos locales que tenían décadas de circulación ininterrumpida (Starr, 2009).
La segunda transformación fue la masificación de Internet a partir de los años noventa. Mediando la década aparecieron las primeras versiones digitales de medios de comunicación y una década más adelante surgieron medios periodísticos completamente digitales. Internet permitió una producción informativa a menor costo y una distribución potencialmente mundial. El resultado fue la multiplicación de medios digitales en la web. En los 2000 comenzó a desarrollarse la Web 2.0, una serie de interfaces, programas y aplicaciones en Internet que ampliaron las posibilidades de participación e interacción de los usuarios en la red (O’Reilly, 2005). La Web 2.0 aportó al sistema de comunicación política las redes sociales virtuales como Facebook, Twitter, YouTube, Instagram, y más.
En un principio las plataformas digitales poco tuvieron que ver con el mundo político. Sin embargo, al paso del tiempo cobraron una gran importancia. Las redes sociales virtuales posibilitaron que los usuarios pudieran producir y distribuir información y opiniones propias, una actividad que en el sistema de comunicación política anterior estaba sumamente restringida para el público en general. Además, las redes sociales virtuales se convirtieron en los nuevos canales de distribución de noticias (Gottfried & Shearer, 2016). Estos cambios transformaron las ecología mediática notablemente, pues la infraestructura del sistema de comunicación pasó de ser uno basado en tres cadenas nacionales de televisión y apuntalado por periódicos locales, a uno en donde miles de empresas comunicativas compiten, a través de diversas tecnologías comunicativas (prensa, radio, televisión abierta, televisión por cable, Internet), por la atención de la audiencia (Bennett & Iyengar, 2008).
Las primeras dos transformaciones han sido ampliamente investigadas y discutidas por periodistas y académicos y no hay grandes controversias al respecto, pues las evidencias son claras y palpables. Sin embargo, existe otro cambio en las tecnologías del que poco se ha hablado y es el declive en el uso del teléfono casero. En las últimas siete décadas la red de telefonía casera fue una infraestructura fundamental para el sistema de comunicación política estadounidense. Poco se ha hablado y escrito sobre este tema porque la red telefónica ha servido para hacer un trabajo político con una menor publicidad que aquellos procesos comunicativos que ocurren a través de los medios de comunicación o en la discusiones públicas del poder legislativo. La red de telefonía fue una infraestructura que permitió comunicar a la clase política, las empresas privadas y los medios de periodísticos con prácticamente todas las casas del país. A través de los teléfonos se crearon sistemas demoscópicos estables y precisos para conocer la opinión de los ciudadanos sobre lo político, encuestas para conocer los hábitos de consumo cultural de las personas, y campañas para informar y organizar a los ciudadanos en torno a los partidos políticos. En los últimos quince años esta red comunicativa entró en desuso debido a la masificación de la telefonía móvil.
¿Cómo afectó la transformación de la infraestructura tecnológica al proceso electoral?
Siguiendo el orden explicativo de los párrafos anteriores, la transformación de la ecología mediática y periodística provocó, entre otras cosas, que se diluyera una estructura narrativa de lo político. El sistema mediático compuesto por tres cadenas nacionales de televisión ofrecía una estructura narrativa más o menos homogénea de los asuntos políticos del país, con reglas y valores muy particulares. Si bien cada una de las cadenas tenía cierta inclinación ideológica, lo cierto es que todas ellas tenían una programación generalista, dedicada a un publico masivo y con leves matices ideológicos. Este sistema generaba que el grueso de la población tuviera acceso a información similar y con una mezcla de distintas orientaciones ideológicas. La emergencia de la televisión por cable y medios electrónicos en Internet multiplicó la oferta y diversidad de la información política. Sin embargo, esto causó dos efectos imprevistos. El primero de ellos es que surgieran medios partidistas y altamente radicalizados. Y la segunda, que la narrativa política nacional se diluyera en el nuevo océano informativo.
Donald Trump supo aprovechar bien este nuevo orden de cosas pues entendió que un bastión importante para llevar a cabo sus procesos de comunicación era a través de la televisión por cable. A diferencia de Hillary Clinton, Trump accedió a aparecer a cuadro a cualquier hora y ante cualquier entrevistador, sin importar que fuera crítico a sus causas. Por su parte, las televisiones cablearas, vieron en Donald Trump un incentivo para aumentar sus ratings y sus ganancias (Weprin, 2016). En un análisis post mortem realizado en la Universidad de Temple, el reportero de CNN, David Folkenflik, explicó que una clave para descifrar las elecciones es entender que Roosevelt utilizó con maestría a la radio, JFK la televisión, Obama Internet, y Trump la televisión por cable (National Constitution Center, 2016). El magnate supo vender su campaña a las televisoras por cable y a su vez, enviar un mensaje atractivo para millones de estadounidenses.
La pérdida de una narrativa de una narrativa clara y estable también jugó a favor de una candidatura con un discurso tan radical como el de Donald Trump. En el sistema de comunicación anterior, en donde se desplegaba (más o menos) la misma información bajo valores periodísticos tradicionales (objetividad y veracidad) y después se analizaba a través de tenues matices ideológicos, Trump difícilmente hubiera podido tener éxito, pues el sistema mismo lo habría regulado y censurado ante su discurso racistas, nativistas, xenófobos, antidemocráticos y plagado de noticias falsas. La campaña trumpiana entendió que en un sistema compuesto por cientos de medios informativos, muchos de ellos partidistas y radicales, era posible dirigir y modular un discurso hacia sectores de la sociedad que podían recibir con beneplácito estos mensajes. La producción de propaganda e información periodística sesgada a través de medios de comunicación partidistas como Fox News, Breitbart News y de sitios de internet que producían historias periodísticas apócrifas fue distribuida a través de plataformas digitales como Facebook y Twitter.
La infraestructura tecnológica del sistema de comunicación política del siglo XX enviaba información a los ciudadanos a través de los medios de comunicación masiva. En el nuevo sistema la mayor parte de la información política fue consumida a través de la televisión por cable e Internet, un sistema en el cual los usuarios tenían que seleccionar y bajar la información política de su preferencia. En el sistema anterior los ciudadanos estaban expuestos a medios generalistas que ofrecían información política con distintos puntos de vista. En el nuevo sistema muchos de los ciudadanos optaron por modular su consumo informativo y leer exclusivamente aquella información que fuera acorde a su ideología. Este fenómeno en el que los ciudadanos evitan exponerse a información contraria a sus creencias políticas ha sido llamado “cámaras de eco” o “burbujas mediáticas”. Por ejemplo, una parte significativa de los seguidores de Trump todavía creen que Obama no nació en Estados Unidos, que el Papa apoyó a Trump durante las elecciones o que este nuevo presidente ganó el voto popular. (Todas aseveraciones falsas.) Ante esta andanada de propaganda y desinformación, el trabajo de medios importantes como el Washington Post y el New York Times, así como el de cientos de medios que pusieron en la picota las declaraciones de Trump, no bastó para crear una narrativa nacional apegada a los anteriores estándares de objetividad y veracidad.
Por último, el declive en el uso de la telefonía casera también tuvo un fuerte impacto en las elecciones. El teléfono casero fue una tecnología que permitió generar información sobre las características demográficas y políticas de la población estadounidense, crear análisis sobre la opinión pública, enviar información política a las familias, y organizar las comunidades de base y las estrategias políticas de “tierra” (ground game). Durante el los últimos cincuenta años periodistas, científicos sociales, y organizadores políticos se valieron de esta red para hacer diversos trabajos de comunicación política con los ciudadanos estadounidenses, quienes estaban conectados al sistema de comunicación política a través de líneas telefónicas caseras. Esta red de comunicación fue la base para crear muestras confiables para la realización de encuestas públicas y privadas, y sistemas para el envío de información y propaganda política durante las elecciones. El teléfono, entonces, era una estructura que permitía recolectar información sobre la opinión y sentimientos de los ciudadanos y, al mismo tiempo, era una herramienta para organizar a las comunidades de base.
En la actualidad 92% de estadounidenses tiene una línea telefónica móvil (Anderson, 2015) y muchos ciudadanos han decidido cancelar sus líneas caseras o simplemente han dejado de usarlas. Este cambio en la estructura tecnológica del sistema de comunicación política tuvo un profundo impacto en el periodismo, en el análisis político y en la forma de organizar la campaña de tierra pues, debido a restricciones legales y a nuevos usos tecnológicos, los ciudadanos ya no pueden ser localizados tan fácilmente a través de la red de telefonía móvil. En el pasado, empresas periodísticas, partidos políticos y científicos sociales tenían métodos efectivos para realizar encuestas entre la población. Sus muestras estaban calibradas para operarse a través de la red de telefonía casera. Los encuestadores ahora han tenido que hacer su trabajo con otros métodos de recolección informativa, así como recalibrar sus muestras y procesos de trabajo en general. Esta es una de las causas de por qué las encuesta fallaron en 2016. (Hay otras causas no abordadas en este artículo.) Por otro lado, los estrategas políticos tenían en la red de telefonía casera una manera muy sencilla de comunicarse con sus electores. Luego del cambio tecnológico esta tarea se complicó y tuvieron que buscar otros métodos para llevar a cabo este trabajo. El declive en el uso de las líneas telefónicas caseras debilitó a una estructura de comunicación política que en el pasado permitía recolectar información de los electores, enviar información a los ciudadanos, predecir los resultados electorales y por lo tanto, estabilizar el sistema político. En la elección de 2016 el equipo de Hillary Clinton confió en que su estrategia de tierra, medios de comunicación y redes sociales virtuales llevaría a millones de ciudadanos a votar por ella, una estrategia que estuvo basada, en parte, en la información de encuestas públicas y privadas. Esta falta de información confiable también influyó en el resultado final de las elecciones.
Conclusiones: adiós al sistema de comunicación política del siglo XX
El triunfo de Donald Trump sorprendió a propios y a extraños, desde electores comunes y corrientes, hasta los más afamados técnicos de la demoscopia estadounidense. Como escribí al principio de este artículo, las causas de la victoria de Trump son múltiples, las cuales, en conjunto, crearon una tormenta perfecta para un resultado electoral (aparentemente) inesperado.
En este artículo he buscado argumentar que las elecciones de 2016 constituyeron una coyuntura crítica en donde se hizo evidente y palpable la transformación de la infraestructura del sistema de comunicación política que operó en el siglo XX en Estados Unidos. Esta transformación, que desembocó en una ruptura importante durante las elecciones, desestabilizó el status quo y abrió la puerta para nuevas prácticas comunicativas, las cuales operaron en detrimento de la campaña de Hillary Clinton y a favor de Donald Trump. La dimensión comunicativa no agota todas las explicaciones, ni puede dar un juicio final sobre lo ocurrido en las elecciones, pero sí da elementos para entender la tormenta perfecta.
Algo que es muy importante señalar es que la tecnología, per se, no cambió el sistema de comunicación política. La tecnología no tiene agencia. Lo que cambió fueron los usos políticos que los individuos hicieron de la tecnología durante las elecciones. El problema de darle agencia a la tecnología, además de que es ilógico, ese que opera como una estrategia de ocultamiento de los mecanismos de operación del poder político y económico.
En el mundo contemporáneo, y en Estados Unidos en particular, se valora positivamente que el mercado regule la vida política, cultural, social y tecnológica y por el contrario, se mira con recelo cualquier tipo de regulación a lo económico, político y tecnológico. En el caso que nos ocupa, la transformación de la infraestructura de comunicación política ocurrió regulada por el mercado y no por una decisión política. Entonces, es posible señalar que la tecnología comunicativa (como eufemismo del mercado) transformó el sistema de comunicación política estadounidense. La tecnología formó el sistema de comunicación y, por el contrario, el sistema de comunicación no fue creado a partir de la deliberación sobre las necesidades de comunicación política de los ciudadanos.
En términos tecnológicos, en esta elección terminó el siglo XX. En los siguientes años veremos cómo el sistema de comunicación política estadounidense seguirá transformándose hasta encontrar un periodo de estabilidad. Los cambios no nada más serán en la infraestructura tecnológica de comunicación, sino también en otros ámbitos y dimensiones, como la regulación legislativa, las prácticas periodísticas, o la creación de información demoscópica.
Las elecciones de 2016 dejaron grandes cuestionamientos políticos, económicos, éticos y morales para los sistemas de comunicación política contemporáneos. La gran pregunta es, en el caso de Estados Unidos, si se continuará (al menos en materia tecnológica) en un camino en donde el mercado regule el sistema de comunicación (esto es Google, Facebook, Amazon y compañía), o si se retoma una discusión sobre un intervención política y legal al sistema de comunicación política, tal como en su momento lo hicieron John Dewey, Walter Lippmann, y Hucthins et al.
Referencias
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Se sugiere la siguiente referencia para citar este texto:
Larrosa-Fuentes, J. S. (2017). La tormenta perfecta que llevó a Trump al poder: las elecciones como una coyuntura crítica para el sistema de comunicación política estadounidense. Análisis Plural, 127-140.