Por Juan Larrosa, 17 de febrero de 2025
En los últimos días, hemos sido testigos de una saturación de temas en la agenda pública tanto a nivel internacional como nacional. Quienes siguen las noticias seguramente han sentido la omnipresencia de Donald Trump en sus vidas. Todos los días—e incluso varias veces al día—anuncia nuevas medidas: impone aranceles, presenta propuestas absurdas para resolver el conflicto en la Franja de Gaza, sugiere soluciones de paz para la guerra entre Rusia y Ucrania, amenaza con más sanciones a China y otros países, y ha terminado con las ayudas de la agencia USAID, la principal institución de asistencia humanitaria de Estados Unidos.
Cada día firma un nuevo decreto, cada día genera una nueva controversia. La sensación es que vivimos un flujo incesante de información sobre Trump. De hecho, periodistas de medios tan importantes como The New York Times han reconocido la dificultad de seguir el ritmo de esta avalancha informativa. Este fenómeno no es casualidad, es lo que en otros espacios he llamado la política del caos: la generación constante de conflictos como estrategia política. En este modelo, el conflicto no es una crisis a resolver, sino un mecanismo para estar siempre presente en la conversación pública.
En este contexto, quiero compartir un concepto que he desarrollado en mis investigaciones: abundancia publicitaria. No se trata de publicidad en el sentido comercial, sino en su raíz etimológica: lo que construye e interviene en lo público. La abundancia publicitaria describe aquellos gobiernos que buscan saturar el espacio público con mensajes constantes, sin importar su veracidad o relevancia. El objetivo no es informar sino ocupar todos los canales posibles con discursos, manteniendo la figura presidencial en el centro de la conversación pública.
Este fenómeno no es nuevo. En México, lo hemos visto con Andrés Manuel López Obrador y sus conferencias matutinas, que dominaron la agenda pública durante años. Ahora, con el regreso de Trump, es previsible que esta estrategia continúe en Estados Unidos por al menos los próximos cuatro años.
Desde una perspectiva más amplia, este fenómeno puede explicarse dentro de la lógica del capitalismo contemporáneo. Así como en el mercado de consumo se inundan los estantes con productos ultra procesados—rápidos, baratos y de baja calidad—, en el ámbito político y mediático se satura el espacio público con información incesante. Esta sobrecarga informativa genera parálisis, inactividad e impotencia ante la avalancha de datos y declaraciones.
Recuerdo una experiencia que ilustra bien el contraste entre la abundancia y la medianía publicitaria. Hace algunos años, mientras asesoraba una radio comunitaria en una comunidad indígena, sugerimos diseñar una parrilla de programación las 24 horas del día, los siete días de la semana. La respuesta de la comunidad fue reveladora: ¿Por qué tiene que ser así? ¿Por qué no usar la radio solo cuando realmente la necesitemos? Aquella reacción ayuda a entender entre el uso instrumental de la comunicación que representa la abundancia publicitaria y un uso público, en donde la práctica comunicativa busca servir a intereses comunes.
El modelo de abundancia publicitaria y de la política del caos en el que la información se convierte en una estrategia de avasallamiento seguramente también tiene un impacto en la salud mental colectiva. Este modelo nos mantiene siempre atentos, en vilo y con buenas dosis de ansiedad. Apenas estamos por ver qué consecuencias desata todas estas disfunciones epistémicas a nivel social.
Este texto fue leído originalmente en el noticiario de NTR Radio transmitido el 17 de febrero de 2025 y conducido por el periodista Sergio René de Dios Corona.